¿Te ha pasado que estas en una clase y simplemente pierdes la concentración en lo que dice la maestra?
Creo que todos los que hemos estado en escuelas tradicionales nos ha pasado. Simplemente te quedas viendo para el techo o hacia la ventana, pensando en otra cosa. En general los alumnos no están participando activamente ni están involucrados en la cátedra del maestro.
La idea de impartir cátedra durante horas, leyendo diapositivas o repitiendo el contenido del libro funcionó cuando de pronto teníamos un maestro y 100 alumnos para aprender. Cuando hace 100 años no existía la tecnología. Este método no aseguraba que todos terminaran comprendiendo el tema, pero si era el más efectivo para que al menos un porcentaje del conocimiento le llegara a todos los alumnos. Pero la situación de hoy es muy diferente.
Si queremos que los alumnos se involucren activamente en el aprendizaje debemos tratarlo como una actividad social. El rol de un maestro debe cambiar. Ya no necesitamos escuchar cátedras de una hora, necesitamos mentores que sean facilitadores de aprendizaje.
Cuando estaba cursando el primer semestre de la carrera de Ingeniería en Innovación y desarrollo en el Tec de Monterrey tomé una clase que me ayudó a ver la educación de una forma totalmente distinta.
Se llamaba FISMAT, porque combinaba Física y Mate de ingeniería en una sola materia. Gran nombre, lo sé.
Pero lo diferente de esta clase era que los maestros nunca impartieron cátedra. Tampoco era una de estas experiencias de aula invertida donde los alumnos investigan un tema y preparan la clase. Aquí los maestros planteaban retos y preguntas, nos proporcionaban los materiales y nos daban una hora para deducir respuestas y soluciones. Trabajábamos en equipos de 3 o 4 y al final de la sesión hacíamos un diálogo socrático donde compartíamos con los demás lo que encontramos.
Y la verdad es que los problemas no eran tan diferentes a los de una clase tradicional. Nos hacíamos la misma pregunta de como predecir el tiempo que tarda en caer una pelota, calcular el tiempo que toma en llegar a un lugar, etc. La diferencia es que normalmente te explican un tema, te dan ejemplos, te dan las fórmulas y te ponen a contestar ejercicios que no son iguales a los del ejemplo pero se resuelven de la misma forma. Acá solo nos dieron el problema, sin ninguna explicación o fórmula. Tampoco se valía investigar en internet.
Parece como si fuera la peor estrategia del mundo. ¿Cómo le pides a los alumnos que resuelvan un problema al que jamás se han enfrentado?... Creo que ya sabes a dónde voy con mi historia. En la vida real nos enfrentamos todos los días a problemas nuevos, que no sabemos como resolver.
Teníamos también una gran ventaja. Dos mentores que hacían la función de facilitadores de todas las sesiones. No te daban la respuesta, pero podían guiarte haciendo las preguntas correctas. Newton se enfrentó al mismo problema de predecir la caída de un objeto y no tenía a nadie que lo apoyara (ni calculadoras).
Entendí que el trabajo del mentor en este tipo de educación es el de diseñar los retos, hacer las preguntas adecuadas, moderar las discusiones grupales, facilitar el que todos puedan compartir su opinión y que participen activamente. El mentor es esa persona que hace las cosas fáciles de entender pero al mismo tiempo no te da ninguna respuesta.
En ninguna clase de FISMAT me sentí aburrido. Siempre iba emocionado por el reto que nos pondrían ese día y se convirtió en mi materia favorita. Aún cuando empezaba a las 7:30am. Lo que más disfruté de esa clase fue el definir las formulas y los métodos para integrar y derivar por mí mismo. No solo aplicamos la receta de cocina, sino que la fuimos descubriendo por nuestra cuenta.
Y esta es la filosofía que seguimos en nuestras actividades grupales. Todos los grupos de nuestra escuela primaria y secundaria son liderados por un mentor, que no imparte cátedra pero si facilita el conocimiento.
Si hay espacios de trabajo individual y personalizado porque cada quien lleva una ruta de aprendizaje diferente. Pero al realizar actividades grupales buscamos que esta sea realmente una experiencia social.
En un entorno de aprendizaje auto-dirigido y personalizado como el de Robin los alumnos aprenden a resolver problemas, aún cuando nunca se hayan enfrentado a estos. Me gusta ver como nuestros alumnos adquieren conocimientos curriculares. Así como yo aprendí a utilizar las formulas, a integrar y derivar. Pero me emociona mucho más ver como están aprendiendo a llegar a soluciones por su propia cuenta.